
Félix de la Vega pinta como mira, más atento a la intensidad de las flores marchitas que al engaño de los oropeles. Algunas veces se le intuye como en la orilla de la lluvia, registrando el apagamiento de la lumbre y el consumirse de las cenizas con un gesto acariciante de ironía amparadora . En otras se le advierte tras las cortinas, aleteante de ojos mientras la luz cede, personajes los que nos brinda en combustión de derrumbamientos. (Gonzalo Santonja. 2010).